A un año y medio de la elección presidencial-Claudio Hohmann

A un año y medio de la elección presidencial-Claudio Hohmann

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Queda poco más de un año y medio para la próxima elección presidencial y aunque se suele señalar que es un lapso suficientemente largo en el ámbito político como para dar por sentadas sin más las tendencias que se observan en la actualidad, el tiempo se va acortando inexorablemente de cara a una elección presidencial y ya no sobran los meses para la construcción de candidaturas competitivas.

En el contexto en que se desenvuelve actualmente el sistema político es del todo plausible que los datos que proporcionan los estudios de opinión pública se mantengan sin mayores variaciones hasta el próximo año y se constituyan entonces en ingredientes fundamentales de la competencia electoral.

El dato que más destaca en esos estudios -por lo inédito- es la ausencia de una candidatura competitiva de la izquierda. Nunca, a estas alturas de cualquiera de los siete gobiernos que antecedieron al actual, la izquierda careció de una figura política con un alto potencial electoral como para ganar la carrera presidencial. Será la primera vez que ese sector enfrente la competencia sin una carta ya posicionada en la parte alta de las encuestas. Esto quiere decir que deberá construir sobre la marcha una alternativa electoral competitiva, cuando el tiempo se estrecha a ojos vista y el viento de cola parece favorecer esta vez a las candidaturas del bando contrario. No podría descartarse que, increíblemente, semejante ejercicio resulte infructuoso.

Ante este cuadro aparentemente consolidado suele invocarse el caso de la última elección presidencial, cuando los dos candidatos que alcanzaron la segunda vuelta, Boric y Kast, no se encontraban posicionados como cartas presidenciales en los estudios de opinión pública de la época. Podría irrumpir, se piensa, un desconocido capaz de dar vuelta el tablero que han esbozado las encuestas hasta ahora.

Pero deben tenerse a la vista las notables singularidades que rodearon ese torneo electoral, dos de las cuáles no se repetirán en el que tendrá lugar el próximo año. La primera es el contexto en que se libró la competencia en 2021, todavía bajo los efectos del estallido social que había tenido lugar apenas dos años antes. Los ánimos abiertamente refundacionales de ese periodo fueron definitivamente sepultados en el plebiscito de 2022. Poco o nada de ese contexto, extrañamente revolucionario para un Chile de alto desarrollo humano (PNUD 2021), estará vigente en 2025. La segunda singularidad dice relación con la elección bajo la regla del voto voluntario que dio el triunfo al Presidente Boric, el gobernante menos votado desde la recuperación de la democracia.

En la que se aproxima volverá a regir el voto obligatorio, que fuera derogado en 2013, lo que transforma al nivel de conocimiento de los candidatos en un atributo esencial para hacerse competitivos. En esta materia un recién llegado desconocido, corriendo por fuera de los carriles del sistema político, enfrentaría un formidable desafío. En consecuencia, aunque no imposible, una candidatura de esas características es altamente improbable en el plazo que resta para la elección presidencial de 2025.

Todo lo cual conduce a la conclusión que, a menos que sobrevengan acontecimientos imprevisibles, las tendencias electorales que se vienen configurando en los estudios de opinión pública se mantendrían sin cambios significativos, ni mucho menos disruptivos, hasta la primera vuelta en noviembre de 2025. Esto es, se confirmaría que la derecha tiene una inmejorable oportunidad de alcanzar un tercer gobierno en la novena oportunidad que competirá por el sillón de O’Higgins desde 1990. Y que la izquierda enfrenta el desafío inédito, nunca antes experimentado en sus filas, de encontrar un candidato para competir en una contienda presidencial en la que podría, ya no es imposible, quedar a la vera del camino después de la primera vuelta.

Dos elecciones previas a la presidencial, la municipal del próximo octubre, y las primarias del próximo año, podrían ratificar un cuadro cada vez menos “líquido” -como algunos gustan llamar a la volatilidad de la contingencia- y, por consiguiente, cada vez más probable. (El Líbero)

Claudio Hohmann