A Sande lo echaron

A Sande lo echaron

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Ricardo Sande, el presidente gremialista de la FEUC, ha sido removido de la vocería de la Confech. Así lo decidieron otros dirigentes de federaciones de estudiantes universitarios.

Y qué más da, dirá el chileno informado, ya que no se trata sino de juegos de niños, de pendencias de adolescentes.

Pero resulta que Peñailillo fue presidente de federación y Elizalde también; lo mismo que Boric, Vallejo, Cariola y Jackson (y Larraín, Longueira, Chadwick, Coloma y Orpis). O sea que llega un momento en que el jovenzuelo de 23 cumple los 30 y puede comenzar a ser muy importante en la política chilena.

Como esa trayectoria es totalmente legítima, también es lógico que se la someta a escrutinio público, porque no llegan esos señoritos a la política de cualquier modo: lo hacen desde una plataforma dotada de un aura especialmente valorada: oh, ¡son dirigentes estudiantiles!

Sande ha sido removido por sus pares porque lo consideran un impar. Es la primera llamada de atención que recae sobre esos inquisidores que ya han consumado en el gremialista, juicio, sentencia y aplicación de la condena.

¿Quiénes son y cómo se comportan los dirigentes que lo han ajusticiado?

Ante todo, sean o no discípulos de Lenin, han asimilado muy bien el principio por el cual las minorías deben presentarse como amplias mayorías. Casi todos ellos fueron electos con menos del 50% de los votos -mientras que Sande sí obtuvo la mayoría absoluta-, pero han logrado construir un doble acordeón: sus minorías electorales son presentadas como amplias mayorías y el conjunto de sus numerosas minorías es proyectado a una amplia mayoría nacional. En números: muchos de ellos apenas obtuvieron el 20% de los votos posibles, pero hablan por el 100% de los estudiantes reales. Son bolcheviques, tal como Lenin utilizó la palabra para aniquilar a sus rivales más próximos.

Además, los mueve la convicción de que la educación está cruzada por la lucha de clases. Conscientes de cuán molesta es esa expresión, no la usan, pero actúan siempre bajo las coordenadas del conflicto entre explotadores y explotados. Han tenido tal éxito en la proyección de esa visión, que incluso aunque no han logrado conducir la reforma educacional en marcha, el Gobierno sí acoge esa postura. Qué duda cabe que Eyzaguirre empuja todos sus proyectos bajo la tácita seguridad de que con las nuevas políticas se derrotará a los abusadores y se liberará a los oprimidos.

Por eso, Sande era un «enemigo del pueblo». Creen los dirigentes de las izquierdas que detrás de las posturas de la FEUC están las clases dominantes. Y ya llegó la hora, bueno es que lo sepan, en que esas voces no podrán invocar más el derecho a expresarse. Voceros deben ser solo los que claman al unísono por las reivindicaciones de los explotados: gratuidad, cogobierno.

¿Y cómo conviven con la violencia estos dirigentes? De modo ambivalente.

Cuando ellos la provocan, es la legítima expresión de las reivindicaciones de los estudiantes, es el clamor de los condenados de la tierra, a lo Fanon; y cuando la sufren, los directamente afectados son víctimas del odio fascista, de la represión policial y del rechazo burgués.

Por eso no extraña que cuando estos dirigentes se proponen hablar del pasado, nieguen toda culpa a los regímenes que idolatran: nunca hubo tiranía ni represión en la Unión Soviética, ni la hay en Corea del Norte; Cuba es un modelo de democracia y Cambodia fue una notable experiencia de reorganización social. Sería para premio Nobel oírles alguna crítica a esos sistemas que tanto ignoran cuanto admiran.

Así son ellos. Sande no podía sobrevivir en medio de esa especie, aunque los gremialistas estén muy acostumbrados a esos maltratos.

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