A los políticos, en general-Natalia González

A los políticos, en general-Natalia González

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Esta semana, la Sala de la Cámara de Diputados aprobó en general la reforma constitucional que permitiría retirar una parte del ahorro para la vejez durante la emergencia. Pero en realidad, era evidente que lo que se debatía eran las bases del desarrollo económico y democrático chileno.

Y la política no estuvo a la altura e hizo gala del deterioro extremo en el que se encuentra el nivel de la discusión en Chile. El jueves, muchos se preguntaban qué le había pasado a la derecha y cómo era posible este nivel de desorden en el oficialismo. Y es cierto, es incomprensible y demuestra que se requiere un profundo cambio de estrategia y liderazgos.

Pero la pregunta que debemos hacernos es anterior y trasciende a un determinado sector. ¿Qué pasa con la democracia en Chile? ¿En qué momento perdimos el respeto por el Estado de Derecho? ¿En qué momento la política se creyó tan soberbia que estimó que podía tomar decisiones de espalda a la evidencia y haciéndonos pagar los costos a los ciudadanos? ¿Cuándo dejamos de empujar juntos el carro del crecimiento, que es el que brindará mayores oportunidades y justicia social?

La evidencia respecto de la importancia de estas materias para el desarrollo de las naciones es contundente y no deja lugar a dudas. Los ciudadanos ganan en libertad cuando los poderes del Estado no se pasan de la raya y cuando sus decisiones se fundamentan en la razón. Asimismo, cuando un país crece ganan todos, pues disminuye la pobreza y aumentan las oportunidades para la clase media.

Chile es la viva evidencia de aquello. Por eso me cuesta tanto entender que un importante grupo en la izquierda chilena esté dando constantes explicaciones por lo que hizo y no hizo durante esos 30 años a un grupo de jóvenes políticos populistas y maximalistas que hoy se orientan más al caos que al entendimiento en el Congreso. Si traemos a colación los datos, veremos que no hay nada de qué avergonzarse. Es más, hay mucho de que enorgullecerse. De ahí que resulta inexplicable la vergüenza que sienten muchos representantes de la ex-Concertación o su falta de agallas para defender lo obrado, falta de coraje que, en todo caso y por estos días, suma varios adeptos en las filas de la derecha.

¿Quiere decir eso que teníamos la carrera ganada y que no quedan desafíos por abordar? Evidentemente que no, pero suponer que esos desafíos se vencerán arrasando con los pilares anteriores, quiere decir que en 30 años no hemos aprendido nada.

Desde el 18 de octubre, y tal vez desde antes, esos importantes consensos se rompieron. Y hoy, además, se perdió el pudor por guardar si quiera las apariencias al respecto. Tal vez así sea mejor, para que, de una vez por todas nos deje de dar lo mismo lo que pasa en la política y nos involucremos.

Hoy, los controles y contrapesos en los que confiábamos y que por años sirvieron para contener el populismo y la irracionalidad (que puede surgir de lado y lado), en los hechos, no existen, y no existen porque los políticos no están dispuestos a hacerlos respetar. Hoy, al Parlamento le da lo mismo la iniciativa exclusiva del Presidente de la República en las materias de ley que le corresponden y avanza sin más en proyectos que suponen cometer sacrilegios contra la Constitución. Y como no, si al final del día nadie se atreve a ir al Tribunal Constitucional. Y si no es por esa vía, el Congreso se salta el “problemita de la iniciativa exclusiva” presentando reformas constitucionales que van transformando nuestra Constitución en un árbol de pascua lleno de materias que no son propias de la Carta Fundamental. Pero bueno, a quién le importa (pensarán), si total después vendrá un grupo de sabios iluminados casi milagrosos que, no obstante elegirse igual que los diputados, redactarán, en este mal clima que los mismos políticos se esmeran por mantener, una eventual virtuosa nueva Constitución. Se sabe.

Para qué hablar del alarmante desprecio de la política por los datos y por las consecuencias de las decisiones que toman. Hoy pareciera ser que no hay encuentro posible entre la recta del conocimiento y la curva de las decisiones políticas. Una verdadera asíntota, lo que es un desastre para el presente y futuro del país.

Y cuidado, porque los países sucumben. No hay inmunidad para que ello no ocurra. Y hoy la pregunta es si la clase política y quienes intervienen en el debate público en su conjunto tienen conciencia de cuán fuerte están empujando el carro para que caigamos al vacío. Es nuestro rol como ciudadanos hacerles presente que eso no es lo que queremos para Chile y de que no nos representan si hacia allá se encaminan. (El Mercurio)

Natalia González

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