Ffrench-Davis: «si no se hace nada, en 2017 Chile terminará estancado»

Ffrench-Davis: «si no se hace nada, en 2017 Chile terminará estancado»

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Revisando las últimas pruebas del curso que imparte en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile se encuentra Ricardo Ffrench-Davis para luego dedicarse a tiempo completo a terminar distintos papers y libros relacionados la macroeconomía y las políticas fiscales, entre ellos, uno donde analiza los 15 años de la regla de balance fiscal.

En su extensa trayectoria Ffrench-Davis fue uno de los fundadores de la Corporación de Investigaciones Económicas para América Latina (Cieplan) y trabajó a comienzos de los 90 en el Banco Central, recién autónomo. En 2005, el magister y doctor en economía de la Universidad de Chicago, recibió el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Ante de viajar a Argentina Ffrench-Davis analizó el escenario económico actual con PULSO.

¿Cómo debe enfrentar el Gobierno este ciclo de desaceleración por el que atraviesa el país?

-Chile debe hacer una reactivación. Y la respuesta es una sola: política fiscal expansiva. No hay otro camino. Con ello se estaría acelerando la inversión privada. Las casas, hospitales, carreteras las construyen los empresarios privados y ahí se concreta la alianza público privada, pero el botón de partida la debe dar el fisco. No hay otro camino.

¿Pero existe espacio para un gasto fiscal expansivo? 

-La respuesta de las autoridades para no hacer una política contra cíclica es que si la hacen, los mercados financieros lo pueden castigar, y es lo mismo que le dijeron a Corea en agosto de 1998, pero tres meses después lo hizo igual, y en un año reactivó el país. Ahí crecieron 11%. Aprendamos de esos ejemplos. Pongamos ingresos permanentes para gastos permanentes, y los gastos transitorios se financian con créditos o fondo soberano porque se necesita un impulso para la demanda. Si no se hace, el ánimo, el espíritu emprendedor se deprime, un año, dos años, tres años con baja de expectativas y bajo crecimiento es un retroceso estructural. Achata, deprime a las empresas y en los hogares corre el desempleo.

¿Pero qué pasará con los equilibrios macroeconómicos con una política fiscal expansiva como propone?

-Ahora estamos en una emergencia creciendo por tercer año consecutivo al 2%. El comité antes nos decía que el PIB (Producto Interno Bruto) tendencial estaba en 4,5%, luego bajó a 4%, después a 3,6% y ahora a 3%. Desde los últimos meses del Gobierno de Sebastián Piñera la economía muestra una desaceleración del PIB tendencial, y eso es trabajo y capital que hemos dejado votado.

¿El Gobierno anterior no manejó bien las finanzas públicas?

-El Presidente Piñera y su ministro hablan mucho del crecimiento de 5,3% de su período, pero ellos reutilizaron capacidad existente. La economía en ese ciclo creció 3,9%, ese es el número efectivo porque hay que descontarle 1,4 puntos porcentuales del impulso que venía. En 2013 teníamos seis señales de desequilibrio en la estructura: déficit externo, tipo de cambio desequilibrado, tasa de inversión nacional en descenso y desorden fiscal, entre otras. Con el precio del cobre que tuvo Piñera había que tener superávit. Todo esto fue por un Gobierno cortoplacista que no estaba poniendo la casa en orden.

¿Las reformas de la actual administración y su diseño jugaron un rol en las expectativas y el crecimiento?

-Indudablemente. La reforma tributaria afectó, ya que hubo errores, pero la peor reforma es la educacional. Para mi es incomprensible que al tercer año sigamos deteriorando la educación pública, perdiendo estudiantes. Es dramático. ¿Cómo no se hizo en los primeros meses esta reforma con coherencia y disciplina? Lo primero era la educación pública y se dejó para el final. Esto es inaceptable.

¿Hubo también una sobre expectativa de hacer varias reformas en un corto plazo? 

-También. No se puede decir que todo se iba a hacer en dos meses, generando sobre expectativas. Hay una pérdida de credibilidad de toda la elite chilena y hay que recuperar eso.

¿Usted comparte lo que dijo el ex Presidente Lagos de que esta es la mayor crisis institucional de la historia reciente, sin considerar el golpe de Estado de 1973?

-Tenemos una situación muy crítica. Es crítico crecer 2% por tres años, es grave la intensidad de la crítica destructiva, es crítico el aumento de los empleos informales, y es crítico no mostrar salidas. Esta es una emergencia y por ello se debe actuar, aún estamos a tiempo. Tenemos año y medio para cambiar la actual situación. Ahora mismo está la oportunidad y tenemos las instituciones para hacerlo.

Para la reactivación entonces ¿es clave que la política fiscal juegue un rol más activo?

-La inversión pública es parte de la formación de capital nacional, imprescindible para crecer; y la inversión pública no compite con la privada, sino que le da espacio a la inversión privada. Ese impulso debe sumarse a un anuncio poderoso de un plan que incluya por ejemplo US$3 mil millones en proyectos bien evaluados para acelerar construcciones de vivienda, pavimentar calles y avenidas, acelerar llamados a concesiones. Si esto se anuncia con fuerza, tal como se hizo en 2009, permitiría a Chile retomar el crecimiento.

¿Esta situación actual da para una emergencia como la de 2009?

-Hay que cambiar los ánimos, pero con hechos concretos, no con declaraciones como que ahora sí creemos en el crecimiento, porque obviamente siempre se ha creído en el crecimiento, pero no se hicieron las cosas que se debieron haber hecho en 2014, ni en 2012-2013. Chile tiene las condiciones para salir adelante.

¿Cómo se alinea lo que usted propone con lo que ha dicho el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés de que se debe cuidar la regla fiscal y por ello se necesita un presupuesto austero?

-La regla fiscal es para situaciones normales, y es importante cumplir los compromisos. Ahora estamos en una situación de emergencia, y por ello, hay que hacer programas especiales de gasto. Pero no se necesitan bonos, sino que inversión en proyectos claros y productivos que dejan huella como una construcción de una carretera, una concesión llamada y con plazos establecidos, consultorios, reparación de escuelas, líneas de crédito para las pymes. En el presupuesto hay que tener la línea normal y con gastos permanentes consistentes con los ingresos permanentes, y otra línea de reactivación y emergencia, en inversiones.

Es decir, ¿la política fiscal puede hacer más para mejorar el ciclo económico?

-Si claro que sí, y con mucha fuerza debe crecer el gasto público.

¿Cree que el ministro Valdés ha sido pasivo en política fiscal?

-Creo que reaccionó bien ante la presión del neoliberalismo y la derecha de que redujera el gasto en alrededor US$2.500 millones, finalmente ofreció US$540 millones. El mercado le creyó y eso es bueno, porque así la derecha se tranquilizó. Pero ahora necesitamos un gran impulso fiscal, pero a la vez necesitamos proyectos, ¿y si no hay proyectos?, sería bueno que el Gobierno se pusiera a prepararlos. Tenemos año y medio aún, porque si no se hace nada, Chile en 2017 terminaría estancado.

¿Y no hay buenos proyectos?

-El Estado chileno se debilitó en el último tiempo en cuanto a proyectos de inversión y esto se agravó aparentemente en el Gobierno anterior donde se debilitó el stock de proyectos para su ejecución. Un gobierno debe tener un stock de proyectos para escoger entre ellos los mejores.

¿Entonces el presupuesto de 2017 debe ser expansivo?

-Muy expansivo, un déficit fuerte, pero con la señal clara de que será transitorio para la reactivación. Todo esto con gastos transitorios, y así se mantiene la meta de avanzar hacia el balance estructural. Debe haber, además, un empalme en estos meses en buenos proyectos que están parados o lentos por falta de caja.

BANCO CENTRAL

Usted ha dicho que cuando a Chile le fue bien, el Banco Central (BC) y el Ministerio de Hacienda actuaron coordinadamente, y ahora ¿cómo ha sido?

-Han habido varios períodos. Pasamos de una coordinación intensa, pero con la conducción de Hacienda. Alejandro Foxley fue un conductor y transformador de la política económica, notable dentro de las restricciones que existían. Se creció a 7,1% promedio, con recuperación de las pymes, con equilibrio externo, diversificación de las exportaciones, aumentó el empleo y el salario mínimo creció 60% entre 1990 y 1998, mientras que la dictadura dejó un salario mínimo en 1989 menor que el de 1970. Entonces, Hacienda trabajó en coordinación plena con el BC. Ya en 1999, el BC ejerció plenamente su independencia con la declaración del tipo de cambio libre y el Gobierno mostrando inquietud por esa medida. Ahí claramente hubo no una macro, sino que dos, lo que era una brutalidad en una economía en vías en desarrollo. En los 90 crecimos sobre el 7%, después bajo el 4%. ¿Cuál enfoque es mejor para crecer?

¿Y hoy Hacienda y el Banco Central trabajan coordinados?

-Mi visión es que en los tiempos más recientes, el Banco Central fue mucho más pragmático en cuanto a la tasa de interés, porque cuando la inflación se mantenía sobre el techo del rango meta había recomendaciones del mundo neoliberal para que el BC subiera la tasa, pero se mantuvo firme y no la movió. Si bien no habría hecho mucho daño subir la tasa, algo habría provocado, así como una baja ahora tampoco sería un gran beneficio. Lo dice el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) cuando plantea que la tasa de interés debe caminar junto con la política fiscal. El FMI ha sostenido, que la meta de inflación no debe ser un objetivo único de un banco central, sino también se debe acompañar de otras metas y eso se debería modificar formalmente a futuro, aunque en el último tiempo se ha modificado en la práctica.

¿Hay espacio entonces para que el BC baje la tasa de interés?

-Si hay espacio, pero esto no puede ser aislado, sino que en conjunto con una política fiscal más activa. Esto debe ser un gran anuncio del Gobierno y del Banco Central. La política fiscal y monetaria deben moverse juntas. Por un lado el BC debe recortar tasas y la Presidenta Bachelet debe anunciar un programa potente de reactivación liderado por Hacienda. Es grave estar trancado en un 2% por tres o cuatro años para una economía que puede crecer al 5%. (Pulso)

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