Los privilegios de la burocracia internacional-Andrés Montero

Los privilegios de la burocracia internacional-Andrés Montero

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Hace más de 50 años, mi padre se refería a los funcionarios de la ONU y sus filiales, como “grandes vagos internacionales”. La verdad es que en esos días yo encontraba algo exagerada su afirmación. El tiempo le ha dado la razón.

Los funcionarios de organismos internacionales en general son inamovibles, salvo que se les compruebe que sean ladrones. Estos personajes están muy preocupados de su salario, de la calidad de los lugares en donde habitan, de los beneficios en viajes, de sus salarios libres de impuestos y de mantenerse dentro del “establishment” sin hacer mucho ruido. Hablar y escribir generalidades, llevar adelante análisis de diversas materias intrascendentes, promover un feminismo fanático, defender la inmigración ilegal, potenciar un Estado “robusto” -les encanta esa palabra- y defender el lenguaje inclusivo, el progresismo y la “diversidad”.

Normalmente se casan con otras funcionarias, a veces de otra nacionalidad y que trabaje en algún otro organismo para evitar “conflictos”. Sus destinos favoritos son Ginebra, Viena y Nueva York. Si es la Cepal, Santiago de Chile les viene bien. Horarios flexibles, oficina en Vitacura cerca de los buenos restaurantes de Alonso de Córdova. Además, tienen patente diplomática en el coche, protección judicial y accesos preferentes en aeropuertos.

Los grandes vagos internacionales tienen además un aura de intelectuales expertos en muchas materias. Participan en centenares de seminarios, en distintas ciudades y todos se creen inteligentes. Muchos de estos funcionarios proceden de gobiernos de izquierda, que tras mala gestión pierden el poder y deben urgente “reubicarse”. Bárcena, Furche, Narváez, Peñailillo, Arenas, Mena, Bachelet, Vargas Quiroz y tantos otros completan la lista de beneficiarios.

En estos días se moverán las redes, pues un gran número de burócratas saldrá “al mercado laboral internacional” en busca de nuevas oportunidades. A estas personas nadie las contrata en el sector privado, pues son flojos, ganan mucho y son expertos en nada. Se pasan la vida navegando, esperando jubilarse para contarle a los nietos lo fantásticos que fueron.

Un análisis objetivo permite concluir que de verdad sus estudios y sus centenares de encuentros internacionales no mueven la aguja. En buen chileno, son irrelevantes. En momentos en que se discuten posibles candidatos para dirigir la ONU, lo lógico sería elegir a alguien que sea capaz de reformularla, hacerla más liviana y más eficiente. Por cierto, requiere además mayor control -accountability- y que se sepa cuánto ganan, cómo se les mide y cómo se reclutaron sus funcionarios.

En un mundo más intercomunicado, ya no se requieren los más de 100 mil -se habla de 130 mil- burócratas que forman parte de la ONU. La decisión está en manos de los gobiernos, pero no se olviden de los contribuyentes, que al final del día pagamos la fiesta. (El Lìbero)

Andrés Montero J.