En su columna de ayer, Eugenio Tironi afirma: “Si un musulmán puede llegar a ser alcalde de la ciudad de Nueva York, ¿por qué una comunista no podría llegar a ser Presidenta de Chile?”. Esta afirmación constituye un grave desacierto.
Ser musulmán es una convicción religiosa, una adhesión personal al islam, cuestión que pertenece al ámbito privado, por lo que no debe interferir con el ejercicio de un cargo público ni supone una cierta visión política. En cambio, ser comunista implica una posición ideológica y política claramente definida, vinculada al marxismo-leninismo, con una propuesta concreta sobre la organización de la sociedad y el rol del Estado.
Dicho de otro modo, mientras la religión no representa una oferta política, el comunismo sí lo es. La diferencia es sustancial. (El Mercurio Cartas)
Rodrigo Hinzpeter Kirberg



