Con un resultado incierto, una convivencia desgastada y un clima enrarecido por recriminaciones cruzadas, estamos llegando al final de la primaria oficialista. Lo que está en juego no es solo una candidatura presidencial, sino el alma misma del progresismo chileno. La fractura entre el socialismo democrático y el Partido Comunista podría tornarse definitiva.
- Esta primaria definirá si la izquierda aspira a ser una fuerza mayoritaria, capaz de construir acuerdos y gobernar con vocación democrática; o si se resigna a ser un proyecto testimonial, encapsulado en su pureza ideológica, desconectado del país real. En esa encrucijada se juega el destino del socialismo democrático, que busca recuperar protagonismo e identidad para no quedar completamente subsumido por la izquierda radical.
- Si Jeannette Jara gana la primaria presidencial del oficialismo, no será solo una derrota electoral para el socialismo democrático: será una crisis existencial. Una que lo podría arrinconar a la irrelevancia política, y alejar definitivamente a la izquierda de su histórica capacidad de convocar al centro político —ese espacio vital que fue clave para recuperar la democracia y para el éxito de los gobiernos de la Concertación.
- El triunfo de la candidata comunista consolidaría una izquierda que rompió con la tradición reformista y pluralista que encarnaron figuras como Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Una izquierda estatista, que desconfía del mercado, relativiza la democracia liberal y reivindica la épica del estallido social como horizonte político.
- Le conferiría al Partido Comunista un papel protagónico que no ha tenido desde la Unidad Popular, desplazando al socialismo democrático al papel de una oposición simbólica frente a un eventual gobierno de derecha, especialmente si este es liderado por José Antonio Kast.
La raíz del problema. Desde que se sumó a la Nueva Mayoría, el socialismo democrático creyó que podía convivir bajo un mismo techo con fuerzas que jamás compartieron los valores de la transición ni el respeto por la institucionalidad democrática. Se subordinó, en nombre de la “unidad de la izquierda”, sin medir el costo: la pérdida de su perfil, su liderazgo y su base social.
- Además, entró al gobierno de Gabriel Boric con la esperanza de aportar gobernabilidad a una coalición inexperta y sin anclaje institucional. Fue una apuesta generosa, pero temeraria, cuyo resultado ha sido decepcionante: lejos de imprimir realismo y madurez al oficialismo, fue arrastrado por las pulsiones refundacionales del FA y por la agenda del PC.
- Hoy, la candidata más competitiva y mejor preparada que tiene el oficialismo es, sin duda, Carolina Tohá. Y sin embargo, está en riesgo de perder la primaria frente a una figura que —más allá de sus méritos— no tiene posibilidad real de llegar a La Moneda.
- Una eventual victoria de Jara sería celebrada en la derecha como un regalo inesperado. Pero para la izquierda sería un acto de inmolación: un “suicidio político” que pondría fin a cualquier aspiración de reconstruir una mayoría. El oficialismo estaría entregando el liderazgo a una candidata que no convoca al centro, sin una visión de país integradora, y que sigue anclada en los códigos simbólicos del 18-O.
- Es la misma lógica que hizo naufragar el proceso constituyente: la incapacidad de articular una propuesta que conectara con las prioridades reales de la ciudadanía, más allá de las consignas. Un pueblo que pide certezas, orden, empleo, seguridad, educación de calidad, y un futuro predecible. No barricadas ni asambleísmos.
El error de Tohá. Para la candidata del PS-PPD, una derrota sería la consecuencia de haber renunciado a liderar desde la diferencia. Aunque representa una tradición ligada al progresismo democrático, su paso por el Ministerio del Interior estuvo marcado por una disposición permanente al consenso interno, incluso cuando eso implicaba silenciar diferencias cruciales.
- Fue vocera de facto del Apruebo en el plebiscito constitucional, pero no impugnó con claridad los errores del proceso. No se desmarcó del romanticismo refundacional, ni de la ambigüedad frente al orden público. Priorizó la cohesión gubernamental y la lealtad al presidente por sobre la afirmación de su identidad política. En esta campaña intentó resucitar el enfoque socialdemócrata, pero quizás ya era demasiado tarde.
- Porque si Tohá pierde, será porque su sector dejó de creer en sí mismo, en su legado y en su razón de ser. Dejará de ser una referencia de futuro para convertirse en un actor secundario, sin narrativa ni liderazgo.
- Una victoria de Jara no solo representaría un giro hacia el octubrismo. Sería la institucionalización de una visión sectaria y dogmática, que reemplaza el diálogo por la denuncia, y los acuerdos por la consigna. Una izquierda ensimismada, anacrónica, nostálgica de la lucha de clases y del maximalismo, que desprecia los matices y se siente cómoda en la trinchera más que en la construcción de país.
- La izquierda chilena enfrenta hoy un parteaguas histórico: o recupera su vocación mayoritaria, su espíritu socialdemócrata y su capacidad de articular una mayoría desde el centro; o se entrega a la pureza ideológica de una izquierda testimonial, que prefiere perder con dignidad antes que ceder en sus dogmas.
- Y si opta por lo segundo, quedará claro que no fue la derecha la que derrotó al progresismo chileno, sino que fue la propia izquierda la que se compró su derrota. Al renegar de su historia, al avergonzarse de sus líderes, y al ceder la conducción a quienes nunca creyeron ni en la democracia liberal, ni en el desarrollo económico, ni en el pacto social que hizo de Chile un país infinitamente mejor al que existía al recuperar la democracia. (Ex Ante)
Jorge Schaulsohn



