¿Está obsoleto el populismo?

¿Está obsoleto el populismo?

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Varios países latinoamericanos están entrando en momentos preelectorales. Como es habitual, las ofertas populistas hacen sentir su peso. Y es natural. En general, es un error creer que los populismos son superados con el paso del tiempo. En realidad, nunca se vuelven obsoletos. Tienen una asombrosa capacidad para mantenerse con vida.

Los latinoamericanos son especialistas en imaginar nuevas versiones. Les gustan esos personajes tipo Hércules; sucedáneos de héroes. Por eso, el panorama actual no se ve auspicioso. La inminente ola populista provocará nuevas configuraciones regionales.

Una de las “innovaciones” más peligrosas del populismo regional provendrá del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, pese a encontrarse dividido. Y aunque preliminarmente esa noticia puede ser vista como positiva -pues un quiebre de tales características debería significar la posibilidad de irrupción de una tercera fuerza, algo más racional- en Bolivia eso no ocurre. Su historia muestra una permanente marcha a tumbos a través de laberintos populistas.

Por lo tanto, y ya que el país es formalmente una democracia, parecieran estar sobre la mesa varias opciones. Una de ellas, con importantes chances de imponerse, es el ala más radicalizada en materia de esas cuestiones identitarias y que procurará acentuar todo lo ya visto en esta materia. Eso lo representa el incombustible expresidente Evo Morales. Dada su trayectoria, la región asistirá inevitablemente a acciones aún más desopilantes que las vistas en su anterior administración.

Será una suerte de neo-evismo, el cual propiciará una mayor fragmentación entre los países latinoamericanos al estar traccionado por una narrativa extrema que inevitablemente generará alineamientos aún más activos con Caracas, Managua y La Habana. El resultado serán conductas adversariales coordinadas que darán vida a un eje perturbador para las relaciones en la región. De ahí a la creación de un bloque consistente, y con fuertes nexos militares, hay solo un paso. Conectado a eso se ve difícil que el neo-evismo sucumba a tentación a acercarse más a Irán y a China.

No se trata de una jugarreta más por opciones exóticas. Morales ha reiterado por años sus simpatías por Teherán. Ahora estará en condiciones de implementar acuerdos intergubernamentales ya firmados para explotar las codiciadas tierras raras. Se habla de importantes proyectos en Cochabamba, Santa Cruz y otros puntos que contarán con ingeniería y know how iraníes. Se trata de una maniobra que difícilmente no cause estupor en el continente.

Luego, el asunto con China tenderá necesariamente a ser mucho más multifacético. No faltará el entusiasta asesor de Morales que piense en los yuanes como tabla de salvación ante la terrible crisis provocada por la falta de dólares. La crisis económica que vive el país ha arrasado con todo vestigio de utopía anti-estadounidense. No hay dólares. Y sin disponibilidad de la moneda del imperialismo se acaban los sueños.

Luego, el neo-evismo incluirá una dosis importante de autoritarismo ante la imperiosa necesidad de sobrevivir por el descalabro económico que vive el país. Pero también por la necesidad de diferenciarse de su administración anterior. Todo esto se verá facilitado por la ausencia de algún elemento medianamente inhibidor como ocurría en el pasado.

Lo principal en tal sentido es que ya no estará presente el “intelectual” y antiguo vicepresidente Álvaro García Linera, cuya densa red de contactos internacionales, lo situaron siempre en un rol de articulador e intermediario. Además, él jugaba a ser la voz conciliadora del proyecto indigenista. Se le consideraba un verdadero “polímata”, aunque no pasaba de ser un político obsesionado con acrobacias retóricas con el fin de conectar el indigenismo con luchas sociales previas; esas de inspiración marxista. Por algo tiene libros con sugestivos títulos. “Qué es una revolución” e “Izquierdas y Neofascismo”. Por motivos difíciles de discernir, hoy en día, García Linera no participa al lado de Morales.

Desde ese ya lejano 2019, cuando Morales huyó al exilio, la relación entre ambos se fracturó. Mientras Morales partió a México y luego a Argentina, para regresar prontamente a Bolivia y generar un totum revolutum contra su antiguo delfín y hoy presidente Luis Arce, García Linera tomó distancia. Buscó una vida más placentera en la provincia de Buenos Aires. Dejó de lado las aventuras indigenistas, pero también es verdad que Morales ya no necesita de figuras conciliadoras en su entorno.

No las necesita por esa tremenda motivación de querer “innovar” en materia de populismo. Se multiplicarán las iniciativas delirantes, como esa cuando promovió un vehículo eléctrico de fabricación enteramente boliviana. Quedan algo en el olvido fotografías y videos del hermano Evo saliendo de la planta de producción, conduciendo el pequeño Quantum Motors (nombre de la marca del vehículo) por las calles de Cochabamba. Aunque curiosamente no escogió un nombre aimara o quechua, calificó aquel auto como “orgullo nacional”. Pronosticó que en brevísimo tiempo revolucionaría los mercados, por su muy bajo precio y amigabilidad con el medio ambiente. Nunca se supo del destino de aquel vehículo.

Como si todo esto fuera poco, el neo-evismo alimentará los movimientos migratorios regionales. No sólo los controles fronterizos se volverán tan laxos, o inexistentes, como antes, sino que el propio país puede tornarse, igual que Venezuela y Haití, un exportador de personas.

Desde luego que nada de esto está escrito sobre mármol y bien podrían ganar versiones más moderadas del populismo indigenista, como la encabezada por el presidente Arce. Sin embargo, contra sus posibilidades atenta su tremendo fracaso presidencial.

Nunca han trascendido los motivos de esta debacle, en circunstancias que fue un ministro clave de Morales. Era tanta su fama de tecnócrata que llegó a hablarse de un “milagro boliviano”. (El Líbero)

Iván Witker