El estilo de Milei

El estilo de Milei

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“Hay un imbécil muy pedante, muy jactancioso, en un programa televisivo que sale una vez por semana que se arroga saber mucho de política”, dijo el Presidente argentino Javier Milei, el 20 de diciembre, ante los empresarios de la Bolsa de Comercio de Córdoba. Aludió así, sin nombrarlo, a Carlos Pagni, uno de los más respetados analistas argentinos, cuyo programa Odisea Argentina, en el canal La Nación +, es visto por decenas de miles de personas. “Farsante, mentiroso, operador”, agregó el mandatario, y para que no quedaran dudas respecto de a quién se refería, remachó: “me envidia la cabellera”.

¿Qué ha dicho Pagni que explique tales improperios? Que no es sencillo entender la irrupción de Milei en la política, un outsider proveniente de los debates en la TV, que carecía de una estructura política consolidada, que no tenía un programa de gobierno y que, pese a eso, o quizás por eso, y como efecto del hastío de amplios sectores con la situación anterior, ganó las elecciones y, al cabo de un año, mantiene apoyo popular.

Su logro indiscutible es la reducción de la inflación: en 2023 fue de 211,4%, y se espera que en 2024 cierre en 118%, según estimaciones del Banco Central.

Pagni no ha dejado de reconocer los logros macroeconómicos del gobierno, pero, con sólidos antecedentes, ha planteado interrogantes fundadas sobre lo que viene y ha advertido sobre ciertas tendencias en el ejercicio del poder que no son muy distintas de las que caracterizaron al menemismo y al kirchnerismo. Sin embargo, la complejidad y los matices parecen ser insoportables para Milei. Convencido de que tiene el monopolio de las luces, tiende a “cancelar” a quienes piensan por su cuenta, incluso dentro de sus propias filas (“el que viene con agendas propias o no acata la línea del partido, es expulsado”, dijo en Italia).

Numerosos periodistas han sido insultados por el mandatario, entre ellos Jorge Lanata, quien presentó una querella en su contra, lo mismo que Jorge Fontevecchia, director del diario Perfil. También Jorge Fernández Díaz, del diario La Nación, ha recibido el ataque presidencial. Recientemente, el periodista Marcelo Longobardi, fuerte crítico del mandatario, fue despedido de la radio Rivadavia por presión oficial, según él denunció. Malos vientos para la libertad de expresión.

Se discute en Argentina cuánto hay de metodología aconsejada y cuánto de condiciones personales en el estilo mileísta. Quizás es una mezcla. El problema es que la violencia verbal ejercida desde la jefatura del Estado genera un clima tóxico que socava la convivencia democrática. Se trata de una forma de abuso de poder. Y la historia demuestra cuán corta puede ser la distancia entre los insultos y la agresión física.

Los ideólogos del gobierno aluden a una batalla cultural en curso. Es la aspiración de conseguir la hegemonía en el plano de las ideas, lo que podría ser legítimo si no fuera porque se expresa en el desembozado autoritarismo de quienes creen encarnar la razón histórica. Sorprendentemente, Milei afirmó hace poco: “Como decía Lenin, sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”. Se trata de la celebración del control ideológico.

“¡Viva la libertad, carajo!”, decía Milei en la campaña electoral. Parece que se refería a su propia libertad. O a la de los mercados. Es visible que cree que el antiizquierdismo concede superioridad moral e intelectual. Otros han pensado así, y las consecuencias han sido devastadoras. Lo mismo puede decirse de quienes consideran que el antiderechismo justifica cualquier cosa. Fidel Castro acuñó el término “gusano” para deshumanizar a los opositores. Milei habla de ratas y cucarachas. Los economistas que discrepan de él son “mandriles”.

La desastrosa experiencia del kirchnerismo, que no mostró muchos escrúpulos en su empeño por copar las instituciones, dejó una herencia de abusos y amedrentamientos que quizás solo está cambiando de piel. El politólogo Natalio Botana alertó recientemente sobre los riesgos de deterioro del republicanismo de Alberdi, Mitre y Sarmiento. De hecho, los libertarios ya no ocultan su intención de “ir por todo”. Está en marcha la creación de un conglomerado oficialista de medios de comunicación.

No sabemos cómo evolucionará la situación económica, social y política del país vecino. La pobreza, aunque se ha reducido, llega a 38%. Ojalá vengan días mejores para quienes, por demasiado tiempo, han sufrido el impacto de las malas políticas y la corrupción. Esperemos que Argentina prospere económicamente sin que se debiliten las libertades y sin que los viejos fanatismos sean reemplazados por otros nuevos. (El Mercurio)

Sergio Muñoz Riveros