Sobreseguro fiscal-Raphael Bergoeing

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Si alguien decide, cada vez que sale de su casa, durante los doce meses del año, llevar su paraguas más grande, y sorpresivamente nos golpea una lluvia a cántaros estival, será, probablemente, el único seco.

Para decidir si lo que esa persona hace merece ser imitado, deberíamos comparar el beneficio de haberse protegido ese insólito día con la incomodidad de portar, permanentemente, un molesto paraguas.

Durante la década pasada, el Estado de Chile —un país con carencias sociales, de educación e infraestructura inmensas— era acreedor neto del mundo. Esto es, tenía un sector público que había acumulado más ahorro que deuda.

No asegurarse es un enorme error, pero asegurarse en exceso también lo es. Para imponer un gasto responsable, se impulsó una política fiscal draconiana. Algunos la justifican porque no existe la capacidad del Estado para utilizar bien esos recursos. Pero eso es endógeno. La tarea era modernizar el Estado, empoderando a los ministerios sectoriales para promover una mayor productividad, en lugar de someterlos, principalmente, a las restricciones presupuestarias —con sesgo anual— del Ministerio de Hacienda. Otros dirán que sin esos ahorros, Chile no habría podido superar bien las crisis subprime y la pandemia actual. Pero nuestro crecimiento durante 2008 y 2009 no fue muy distinto del observado en la mayoría de los países vecinos; y las condiciones financieras globales permiten endeudarse a tasas bajas en países que, sin ahorrar en demasía, han aplicado políticas públicas razonables.

La macro nos ha gobernado, limitando el desarrollo de la micro en Chile. Hoy estamos pagando, social y productivamente, por ese exceso de conservadurismo fiscal. Y podríamos acabar, trágicamente, sin recursos ni un Estado moderno. (El Mercurio Cartas)

Raphael Bergoeing
Universidad Diego Portales

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