El estallido social iniciado el 18 de octubre empalmó con la pandemia del coronavirus y un aluvión arrastró a Chile. Quien crea que terminará pronto, se equivoca. Vivimos sus inicios. Durará más que un terremoto, abarca todo Chile y la reconstrucción será más ardua.
Las crisis en curso son dos, inseparables entre sí. La sanitaria, provocada por el coronavirus, que con suerte tendrá vacuna en un año más, con una retoma lenta de actividad, con empresas y empleos que defender o dejarán de existir. La económica, provocada por la recesión mundial a consecuencia de la paralización extensa de actividades, agravada en Chile por nuestro indisoluble vínculo con el comercio exterior y porque llegamos seriamente debilitados a la crisis sanitaria por el estallido social previo: basta mirar datos de empleo, quiebras, inversión, caída de consumos y confianzas, así como proyecciones de crecimiento. La económica, provocará tantas o más muertes y miserias que la sanitaria, aunque sin preferencias por la tercera edad.
Si la institucionalidad no es capaz de enfrentar ambas crisis y de encauzar sus consecuencias sociales, las posibilidades de Chile de recuperarse serán pocas. Lo dijo Marcel. Es el mayor desafío de la política.
Por eso valoro la declaración del jueves pasado de Convergencia Progresista, firmada por los presidentes del PPD, PS y PR. En un tono dialogante, llama a una “amplia colaboración” para enfrentar la crisis económico social, valora como “un paso positivo” las medidas anunciadas por el gobierno, para luego calificarlas como “insuficientes”. Luego propone una serie de medidas concretas. No entraré a juzgarlas una a una, pero es extendida la opinión en todo el arco político, incluido Chile Vamos, y también en el sector empresarial privado, que las medidas planteadas hasta ahora y los recursos puestos en la mesa, son insuficientes.
Comprendo que el gobierno debió contenerse ante una mayoría parlamentaria opositora, contestataria, reacia a cualquier acuerdo, reclamando siempre “lo tuyo y diez más” y con demasiados protagonistas de sellos populistas evidentes, demandando sin medida ni coherencia. Pero esta propuesta de Convergencia Progresista es otra cosa; en forma y contenido. Abre esperanzas de lograr un acuerdo económico social entre el gobierno y una oposición dialogante y propositiva, como la que se expresa en esa declaración. Imagino como inicio del camino una invitación del ministro de Hacienda a exponer su contenido e instalar una mesa de diálogo. Estoy seguro traerá aprobación ciudadana a quienes se involucren en ello.
Una institucionalidad sólida es más que la de octubre o este abril. La magnitud de ambas crisis reclama un acuerdo amplio para enfrentarlas; con buena gestión ejecutiva, apoyo parlamentario y respaldo social. La política no tiene hoy tarea más importante que ésta. Será juzgada por su capacidad de cumplirla.(La Tercera)
Oscar Guillermo Garretón



